Volver a la peluquería sí vale la espera
Soy una persona que realmente disfruta las idas a la peluquería. Si pudiera, iría todas las semanas por el puro placer de sentarme a que me hagan cosas en la cabeza. Nada me resulta más relajante. Disfruto especialmente que me corten el pelo, el sonido de las tijeras deslizándose por los mechones me produce un relajo muy particular. Creo que de todos los servicios de belleza que me he hecho la peluquería me llama especialmente porque vas viendo un cambio por etapas. Ves caer el pelo que te estás cortando, cambiar el color con el que llegaste y te vas renovada, con aires nuevos hasta que decidas volver.
Todo en la peluquería es un ritual. El té que te tomas, el update de vida con tu estilista, el masaje del lavapelos, el agua con la temperatura precisa… yo me lo gozo de principio a fin. Nunca he sentido que pierdo tiempo, a pesar de lo tremendamente impaciente que soy. Pero curiosamente logro desconectarme, o ser tremendamente eficiente y trabajar igual, disfrutando de ese espacio que me doy.
Hace más de un año que la vida dio un vuelco radical y nos ‘obligó’ a pasar todo (o la gran mayoría) de nuestro tiempo en casa. Trabajo, clases, panoramas, entrenamientos…. Todo lo que hacíamos por fuera se tuvo que concentrar dentro de nuestro hogar por causa de la Pandemia. La belleza no fue la excepción, y mientras muchos servicios se actualizaron en la modalidad de asistencia a domicilio, otros no lograban reemplazar por completo la experiencia en el salón.
Me he hecho servicios de peluquería en casa, sobre todo porque antes vivía con una amiga peluquera, pero no es lo mismo. La experiencia de ir al salón de belleza también es una forma de salir de la rutina, y permite sentir la calidad de productos profesionales en manos profesionales (que no resulta igual que cuando los usa una, ¿o no?). Es la posibilidad de recibir atención exclusiva y estar despreocupada por varias horas, en la comodidad de un lugar preparado para ello.
¿Cuántas se tomaron el cambio de look en sus propias manos durante la pandemia? ¿se cortaron chasquilla? ¿Se decoloraron por sí mismas? ¿Se tiñeron solas? Yo he metido tanto la pata que esta vez aguanté la raíz estoica, sí tuve flequillo pandémico (si leyeron la columna de los chascarros capilares entenderán), pero esperé hasta que mi peluquería abrió para ir, libro en mano, a aclarar y cortarme el pelo, recuperando otra vez un espacio que no solo es estético, sino que también de relax y desconexión.